martes, 6 de mayo de 2008

Desarrollar otra agricultura a la impuesta por las agroindustrias

Este es el mensaje central del film argentino Monte Culebra rodado en Venezuela y exhibido en el Festival Internacional de DerHumAlc Cine de Derechos Humanos, entre el 24 de abril y el 2 de mayo en la provincia.

Monte Culebra, cooperativismo, agroecología y comunicación en Venezuela, es un documental con una mirada alternativa a la globalización capitalista, se acerca a los procesos productivos y organizativos de experiencias colectivas campesinas en el occidente venezolano, destaca la productora Malojillo. Además, resalta el desplazamiento rural y sus resistencias, la televisión comunitaria como herramienta de lucha contrahegemónica y el cuestionamiento al paradigma agroempresarial-educativo.
El título del film alude a una frase cuando los caraqueños se refieren al campo de manera despectiva y señalan que Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra, refiriéndose a éste como un lugar peligroso. Por ello el documental reivindica a un lugar hermoso, ya que está vacío, porque la gente está apiñada en las grandes ciudades y a las cuales les llega todo importado.
El audiovisual expresa como los campesinos venezolanos usan los medios de comunicación para educar e informar a los lugareños y refutar estereotipos instalados desde los medios masivos. “Si. Ellos usaron la televisión comunitaria para comunicar sobre los tóxicos, porque eran los primeros afectados. Entonces algunos análisis médicos concluyeron en que debían dejar de utilizar los agroquímicos, y es llamativo porque en Argentina el uso del monocultivo de la soja y el glifosato como herbicida total están afectando a muchas poblaciones. La complicidad científica de los médicos o la imposibilidad de denunciar acarrean una seria de problemáticas de salud en muchas poblaciones rurales no tenidas en cuenta”, resalta Gabriel, productor del film, que prefiere no indicar su apellido.
En cuanto al agroquímico destaca: “El veneno RR de la soja es el que predomina en la atmósfera campesina y produce desplazamientos rurales que tampoco favorecen, ya que muchos se asientan a las orillas de las ciudades”.
El en film también se observa la dedicación de los ruralistas venezolanos al cultivo orgánico muy requerido en Europa: “Yo cuento que Venezuela importa el 80% de los productos que consume en materia alimenticia. Creo que la agricultura orgánica es un respuesta, pero el problema de la densidad de población y el colapso de las ciudades hace que no haya sistema posible para atender ecológicamente a la demanda de alimentos en las grandes urbes. Es una solución y para muchos es tomada como un negocio, no acercan alimentos a la gente sino que quieren exportar un producto libre de agroquímicos. Pero esta relación no debe estar todo el tiempo mercantilizada entre la naturaleza y el mercado”, reflexiona Gabriel.

Las transnacionales
Otro punto del film Monte Culebra es la semilla y en especial de recuperar un práctica ancestral en Venezuela. “Estuve hablando con campesinos muy conscientes de su situación y el uso de la semilla criolla es parte de su vida natural y de herencia agrícola. Ellos se enfrentan a las transnacionales que vienen con semillas que ofrecen mejor rendimiento y tamaño de productos, que no son los mismos, pero en el fondo encierran modelos de dependencia”. Por ejemplo –indica- el caso de México donde casi el 20% del maíz ya está infectado por la transgenesis, y esto no es algo que queda guardado en la planta, sino que ésta se poliniza, tiene flores y va transmitiendo ese gen modificado a otras plantas. Esto contamina y es un proceso irreversible.
El documental revela en un diálogo entre campesinos la concepción de agricultura en América latina: esta actividad debe ser una relación circular y no de explotación. Se trata de mantener una vinculación solidaria y sin contaminación con la tierra para las futuras generaciones. “La película habla de un fraude educativo y de un curriculum de universidades dirigidas por empresas transnacionales que orientan el consumo de los agroquímicos y no tienen que ver con el saber agrónomo tradicional, está muy alejado de las sabiduría natural y tiene que ver con la artificialidad de la química y los laboratorios”. Dice Gabriel. Y añade: “Fabrican la semilla, el químico para proteger al cultivo y todo esto mata al entorno. Son paquetes instalados y cuando se los adquiere es muy difícil deshacerse de ellos. En definitiva, en la mayoría de los territorios latinoamericanos esta el avance del monocultivo regional como insumo para las industrias del primer mundo”.

Formación
Gabriel –omite se apellido- se formó en periodismo, trabajó en fotografía y la educación ambiental. Destaca que hay que recuperar la racionalidad campesina, otro modo de relacionarse con la naturaleza, ya que muchos científicos hablan de la crisis civilizatiria del último siglo, porque se hizo un abuso de la ecología. Por ello, el vivir del campo es otro modo posible de imitar.
“Elegí Venezuela como la vanguardia de la búsqueda de nuevos modos de hacer política, quería vivir, tantear personalmente que está sucediendo allí. La película muestra los intentos de hacer las cosas desde otro lugar, pero hay una carencia de ejemplos a la escala que funciona el capitalismo; hay que fijarse en modelos más pequeños para ser trasladados a otras situaciones”, explica Gabriel, para finalizar: “El problema del capitalismo y la mala distribución de los alimentos no se resuelve con un solo plan, sino que depende de muchas ideas y mucha gente trabajando en esa línea. En Venezuela hay gente ensayando, hay margen de maniobra para producir distinto, no sucede en todas partes el control biológico pero si es una inquietud que el gobierno manifiesta en algunos emprendimientos, y es escaso en otras políticas agrarias latinoamericanas que no sean impuestas por las agroindustrias”.


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