miércoles, 15 de octubre de 2008

Carnaval santiagueño:¿cultura popular e inversión de lo establecido?


Por José Justel

Análisis.

En el marco de la Fiesta Provincial de Teatro 2008, con el merecido homenaje a la figura del locutor y actor Gabriel “Chicha” Sapag, se estrenaron tres obras destacadas; pero en el Paraninfo de la Universidad Nacional de Santiago del Estero (con sala llena), el elenco de teatro de la Universidad Católica local (Tucse), a cargo de la puesta en escena y dirección general por Nelly Tamer, presentó “Carnaval santiagueño”, una adaptación del guión cinematográfico de Homero Manzi.

La obra duró una hora y la misma recrea la fiesta popular santiagueña, la celebración de la liberación en la que todo está permitido, pues el “carnaval tiene la culpa”, dice un folleto preparado por la organización.


Homero Manzione es conocido en el mundo cultural como Homero Manzi, el gran poeta santiagueño escribió este excelente guión cinematográfico en octubre de 1942, viviendo en Buenos Aires, con motivo de conmemorarse los 450 años del descubrimiento de América. Allí, el carnaval es la resultante de mezclar música, cantos y baile de la comunidad campesina. Sin embargo, en la adaptación teatral se han incorporado letras, canciones y danzas de la tierra santiagueña. Cada parte representa un pedacito del agreste paisaje, lugar donde se ama, trabaja, baila y se sufre.

En cuanto a la música, Tamer eligió letras de Manzi, los hermanos Díaz, Cristóforo Juárez, Rafael Ledesma, Eduardo Manssur y la canción La muerte del carnaval, de Estela Tamer.

Cultura popular

La catedrática de la Universidad de Buenos Aires, Ana María Zubieta, describe, en su libro Cultura popular y cultura de masas, que el lingüista ruso Mijail Bajtin hizo un análisis de la obra de Rabelais, Gargantua y Pantagruel, como una enciclopedia de la cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento.

Bajtin sostiene que Rabelais focaliza la cultura popular o no oficial, opuesta a la cultura oficial. Estas dos conforman una dualidad: por un lado, cultura popular como una cultura milenaria, el humor popular, el cuerpo; y en oposición a ésta, la cultura oficial, lo serio, lo religioso y feudal. Por ello, lo popular significa –para Bajtin- lo cómico y se observa en la festividad del carnaval.

La cultura carnavalesca, en tanto, expresa una visión del mundo, del hombre y de las relaciones sociales diferentes a la oficial. Para Zubieta, se presenta como no religiosa, exterior a la cultura dominante: el Estado o la Iglesia y su ordenamiento de lo sociopolítico. Se desarrolla en un ámbito que es la fiesta en la plaza pública, su lógica es la inversión de los valores, jerarquías, normas y tabúes religiosos.

Asimismo, la muerte y la resurrección aparecen, los excesos, el cuerpo, o sea, su marca es lo material. Entonces, la cultura popular –desde esta perspectiva- tiene la lógica de las cosas al revés, la inversión del mundo y la relatividad de las autoridades dominantes.

Carnaval santiagueño

La obra cuenta con trece actores en escena, en el fondo el paisaje campestre del plástico santiagueño Hugo Algazaras; el Carnaval santiagueño muestra la medicina y la alimentación popular: los yuyitos que curan el mal de amores, describe un personaje.

La mística del amor y la guitarra, la figura del “engualichao”, lo mágico y el trueque, se observan en la obra teatral, por eso todo se prepara para festejar el carnaval en el patio del Viejo Cosme, un hombre ya entrado en edad, lugar donde los lugareños danzan y beben hasta que se duermen las vidalas.

La llegada del carnaval es la alegría de febrero; sin embargo la obra muestra ciertos prejuicios y una figura de mujer no desde la mirada santiagueña, sino desde la metrópolis, es decir una figura femenina que crítica al hombre sentado, poco trabajador, como un signo de la inacción; al tiempo que se observa a La Rubia, una joven que estuvo en Buenos Aires y los danzarines se le lanzan, pero ella sostiene al dialogar que no quiere un hombre sin plata, una clásica idea de la fusión de culturas: lo urbano y lo rural, en este caso la metrópolis y el campo. Aquí la mujer tiende hacia una mirada descolonizada del hombre, en apariencias; pero sólo son frases en una situación determinada de la obra.

En otro momento, aparece representado el dolor de la viuda, ella diáloga con el carnaval, cambia de humor y danza hasta el amanecer, tal vez olvidando por una rato el pesar por la inyección de alegría de la celebridad.

Por otro lado, el alcohol es un elemento sustancial junto al baile en el carnaval, pues en éste no se observa la inversión de lo establecido, de lo dominante; aunque Manzi sostiene un cruce o fusión de la figura carnavalesca, porque en un momento introduce la danza porteña del tango. Los lugareños se ríen al ver a Eloy, un pueblerino aporteñado. Además, los campesinos intentan aprender de él y, en ningún momento, Manzi reivindica la chacarera, pero si se observa un gesto hacia la zamba. Tal vez Homero describió esto pensando su público de consumo, el de las grandes urbes y no tanto el rural en todo su esplendor.

Carnaval santiagueño es una fusión de ritmos musicales: folclore y el tango. Una mirada social de la realidad de los años 50, donde se cruza lo popular y lo masivo, o sea, esta última potenciada por el cine de la época. Pero no deja ver la concepción de la cultura popular, como una subversión del orden establecido. ¿Será porque no existe?

El carnaval es una forma de protesta social, de transgresión, pero en la obra no se representa la oposición a los poderes dominantes de turno, aunque sí a su suspensión momentánea.

La copla del carnaval murió, el fin de la fiesta llegó, y todos embriagados, echados, representa, al final, la sumisión al sistema imperante.

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